domingo, 2 de diciembre de 2007

La bola del mundo

Hace unos días pasé por un escaparate engalanado con detalles navideños. Cada año, los comercios adelantan la Navidad como un reclamo de consumo. Me gustan estas fechas porque me hacen sentir bien. La familia cobra fuerza en estos días nostálgicos y hogareños, y un espíritu solidario inunda los corazones de la gente. Es sólo una apariencia pero, al menos, durante unos días al año el egoísmo y otras tantas ambiciones quedan en un segundo plano.
Entre papá noeles, ángeles y luces de colores, la vi. Y, aunque nada tiene que ver con la Navidad, me llamó la atención y un impulso me llevó a entrar a la tienda. Era una bola del mundo. La cogí en mis manos y la hice girar. Cerré los ojos y dejé caer el dedo. Los volví a abrir. Brasil. En ese preciso momento, me sentí dichosa. Podía estar aquí o allí con tan sólo girar la bola y dejar volar mi imaginación. Grandioso. Salí de la tienda con la bola bajo el brazo.
Entonces comprendí que soy feliz, que soy libre y que las únicas barreras están en nuestro interior.

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